Con gol en tiempo de compensación y con un hombre menos en el terreno de juego, el Pachuca se impone por global de 2-1 a Rayados y levante su sexto título de liga
Parecía que el Pachuca pasaba de puntillas por el estadio del Monterrey. Todo estaba en su contra. La aplanadora regia estaba a tope, buscando un segundo gol y Aquivaldo Mosquera vio la tarjeta roja. No quedaba más que apelar al espíritu juvenil de este equipo en el que muchos de sus jugadores se han graduado.
Un gol de Víctor Guzmán, en el minuto 92, le dio el título al Pachuca en una final de infarto, que hasta el último mantuvo al Monterrey como favorito. Algo pasó en los Rayados, que han escrito su primera tragedia griega en el moderno y cómodo Estadio BBVA Bancomer.
Explorando en el tuétano de muchos de los jugadores del Pachuca que se han consagrado en el futbol mexicano, se advierte que tienen un poco más que calidad y picardía. Ciertamente fueron superados en todo el trámite por el Monterrey, un equipo de florituras que se olvida de sus principales objetivos.
La inversa fue el Pachuca. Los chicos de Diego Alonso son reconocibles por obedecer órdenes y sentir ambición. Creyeron hasta el último aliento en la estrategia a seguir y aunque no fue su mejor partido, dieron señales de madurez para aguantar la tromba de ataques regios.
Lozano, Pizarro y Gutiérrez son los reconocidos, pero Víctor Guzmán entró a codazos en la historia del Pachuca. El hombre del gol soñado, el que otorga un campeonato, pertenece realmente a las Chivas, que lo cedieron un año a préstamo para que no les quitaran a Rodolfo Cota. Ahora, difícilmente lo recuperarán, porque el Pachuca le debe la alegría y querrán conservarlo.
Guzmán entró de cambio al minutos 66 y se fue al remate en una acción desesperada, sobre tiempo de compensación, ganando en el salto a Édgar Castillo.
Brincó eufórico Diego Alonso, que levantó su primer título como entrenador, recordando que ante el Monterrey, en 2004, como futbolista, también se coronó.
La afición rayada se quedó a la intemperie, petrificada y llena de dolor. Cómo lamentaban entonces, otra vez, el penal que falló Edwin Cardona, irreconocible a la hora de definir y cómo aceptaron con angustia los lances de Conejo Pérez, un Dorian Gray del futbol mexicano, el que cambió la balanza en realidad, aunque el gol del honor fue de Guzmán, el héroe inesperado de los Tuzos, campeones.
(Excelsior)